Durante la primera mitad del siglo XIX, América Latina constituyó un nuevo y fascinante laboratorio para el republicanismo moderno. Este libro examina cómo las transferencias intelectuales entre el Viejo y el Nuevo Mundo alimentaron tal profusión de ideas políticas. Se centra en la creatividad de los traductores, la circulación de obras y la adaptación de conceptos de una lengua a otra. El análisis de los lenguajes políticos se ve así renovado y enriquecido por la historia cultural de la traducción.