La corrección política se ha convertido ya en la megaideología de nuestro tiempo con todas las características de una pseudoreligión. Ese conjunto de discursos procedentes de la ideología de género, de la versión más radical del feminismo, del ecologismo catastrofista, del migracionismo, la multiculturalidad y el revisionismo histórico, que conducen a una condena absoluta de la civilización occidental y sus frutos, se basa en la radical negación de la trascendencia y en el deseo de alumbrar una nueva sociedad, una nueva tierra en la que el hombre ya no es el centro de nada, sino que se disuelve en ella como un elemento más, otro animal sin rango superior, dañino y perturbador. La sabia conclusión de Benedicto XVI de que la muerte de Dios conlleva inevitablemente la muerte del hombre ha encontrado así una confirmación impensable hace sólo algunos años.
Una peligrosa derivada del triunfo de la "corrección política" es la cancelación de la libertad tal y como ha sido entendida hasta ahora en un marco de humanismo cristiano. Este año, el Congreso Católicos y Vida Pública ha puesto el foco en esta vertiente que afecta tanto a creyentes como a no creyentes, pues va más allá de la libertad de expresión o de la religiosa para penetrar en el último reducto, la de conciencia.