Seco de carnes y enjuto de rostro, de mirada profunda y ataviado con una poblada barba que fue blanqueando con el paso de los años, el arquitecto Torbado, sabio y socarrón, fue un personaje reconocible y venerable para leoneses y colegas. Porque Juan Crisóstomo Torbado Flórez no era un arquitecto más. Además de su extensa obra en el ejercicio libre de la profesión, su papel en el campo del patrimonio histórico regional ha de entenderse como trascendente y representativo de toda una época: la primera mitad del siglo XX. Formó parte de la generación más comprometida y culturalmente más potente de la historia reciente leonesa y representa mejor que ningún otro el panorama y las prácticas sobre nuestros monumentos, su estudio y conservación en aquellos años.
Seco de carnes y enjuto de rostro, de mirada profunda y ataviado con una poblada barba que fue blanqueando con el paso de los años, el arquitecto Torbado, sabio y socarrón, fue un personaje reconocible y venerable para leoneses y colegas. Porque Juan Crisóstomo Torbado Flórez no era un arquitecto más. Además de su extensa obra en el ejercicio libre de la profesión, su papel en el campo del patrimonio histórico regional ha de entenderse como trascendente y representativo de toda una época: la primera mitad del siglo XX. Formó parte de la generación más comprometida y culturalmente más potente de la historia reciente leonesa y representa mejor que ningún otro el panorama y las prácticas sobre nuestros monumentos, su estudio y conservación en aquellos años.