Desde mediados del s. XVIII la nobleza hacendada ejercía un dominio hegemónico de los más importantes órganos de administración foral, marginando sistemáticamente a la burguesía. El establecimiento del régimen liberal en la primera mitad del s. XIX no cambió la situación. La tradicional clase dirigente se mantuvo en el poder al hacerse con el control de las instituciones liberales, que plegó al servicio de sus intereses y utilizó como filtro para suavizar o anular, el impacto de las medidas constitucionalizadoras del gobierno. La supervivencia de las instituciones forales en el seno del nuevo estado liberal también contribuyó a ello.