Era la más linda Cenicienta que vi nunca. Tenía dieciséis años, un libro de piratas bajo la almohada y, como en los cuentos, una hermanastra mala que había vendido su virginidad al portugués Almeida, quien a su vez pretendía revendérsela a don Máximo Larreta, propietario de construcciones Larreta y de la funeraria Hasta Luego. -Un día veré el mar -decía la niña, también como en los cuentos, mientras pasaba la fregona por el suelo del puticlub. Y soñaba con un cocinero cojo y una isla, y un loro que gritaba no sé qué murga sobre piezas de a ocho. -Y te llevará un príncipe azul en su yate -se le choteaba la Nati, que tenía muy mala leche-. No te jode. Este relato ha sido llevado al cine por Enrique Urbizu con el título de Cachito.