CARVAJAL GONZÁLEZ, HELENA (ED.)
Consultado por manos doctas, custodiado en los tesoros monásticos o venerado sobre la mesa de altar, el libro fue en los siglos medievales mucho más que un simple objeto utilitario. El que solo una pequeña parte de la población fuera lectora, y aún menos los que tenían capacidad económica suficiente para poseer más de tres o cuatro ejemplares, hizo que el libro se convirtiera en símbolo de estatus y las grandes bibliotecas se asociaran a espacios fuertemente cerrados y acotados, como monasterios o palacios. A ese evidente valor crematístico se une la trascendencia del contenido de las obras, arcano para muchos y vinculado a la sabiduría, la ley o la palabra divina. En los últimos años, los estudios sobre el libro medieval han ampliado los enfoques tradicionales, añadiendo a las visiones formalistas, de transmisión textual o paleográficas, análisis que contemplan el libro medieval como un objeto polisémico, contenedor del saber pero también elemento de representación personal o institucional y objeto devocional. Los trabajos recopilados en este volumen vienen a llenar algunos de los espacios aún pendientes de estudio de los muchos interrogantes que todavía se vislumbran en el horizonte científico del libro medieval.