¿Tiene el desarrollo tecnológico en nuestras sociedades occidentales algún potencial emancipador y liberador o, por el contrario, constituye un poder ajeno, ciego o inhumano? Responder a esta pregunta en el contexto de la asunción y naturalización de la idea capitalista de progreso requiere hacer que venzan durante un instante las realidades que fueron derrotadas en la marcha sin tregua por la que la eternidad del capital se inscribió una y otra vez en la temporalidad histórica y en la temporalidad vivida. Superar el desencanto y abordar la difícil tarea de rehabitar el mundo solo es posible enfrentándonos a esta cuestión crucial.