Digámoslo enseguida: el "Paraíso" es difícil.
Pero es también bello, increíblemente bello.
De los tres cánticos de la "Divina comedia", el "Paraíso" es el más difícil y a la vez el más bello.
Y es normal que sea así, porque así es la vida. Es más difícil escalar una montaña que subir allí en funicular, es más difícil ganar los mundiales de fútbol que dar cuatro patadas al balón entre amigos del barrio, es más difícil amar a un hombre o a una mujer durante toda la vida que cambiar de pareja cuando cambia el viento. Y es mucho más bonito llegar a la cima de una montaña con las propias piernas, recoger los frutos de muchos entrenamientos durísimos, mirarse a los ojos después de una vida perdonándose mutuamente… Los ejemplos se podrían multiplicar indefinidamente, pero la ley sigue siendo la misma: las cosas más bellas son, con frecuencia, también las más exigentes. Y viceversa, las más exigentes resultan ser las más bellas. Las grandes empresas requieren compromiso, paciencia y entrega, pero regalan satisfacciones que lo fácil y barato no nos puede dar.