C. Clementson, autor de una nutrida obra literaria de signo predominantemente barroco, en esta ocasión adelgaza su voz y se acoge a la ascética economía verbal del haikú para ofrecernos las cálidas impresiones de una incipiente y asumida senectud, que le lleva a brindarnos el claroscuro de su visión de la existencia, compensada con un fino sentimiento de la Naturaleza y la fiel compañía de los seres más elementales, desde la frescura del agua a la brisa del río, desde el canto de un pájaro al rumor de unos chopos. Ante el tiempo que pasa y la Naturaleza que permanece, ésta le ofrece el tibio encanto de su cotidiana belleza y el consuelo y la conformidad de su sonrisa por encima de los lógicos fracasos y desencantos de una vida.
