La democracia necesita del intercambio de opiniones, en aras de la con formación de una opinión pública políticamente relevante, de análoga f orma a como le es imprescindible el ejercicio del voto para la articul ación de mayorías y minorías. Sin embargo, opinar (quehacer en primera persona en el que no vale la remisión a supuestas verdades absolutas o a incuestionables autoridades) tiene sus riesgos, entre los que se i ncluyen la posibilidad de verse uno atrapado por su propio desmentido o la de quedar expuesto a la refutación de otros. A esos riesgos se ex pone el autor de este libro, que recoge sus opiniones publicadas en la prensa entre 1995 y 2005. Con todo, afirma que el riesgo de opinar “e s necesario que sea asumido, en la medida en que cada cual pueda hacer su opinión fundada, tanto por coherencia con las convicciones persona les como por salud de la convivencia democráticaö.