Fray Luis de León fue, en palabras del autor del estudio introductorio, uno de los máximos especialistas en su obra, «el teólogo, en el sentido más hondo de la palabra, más completo de toda su generación, y uno de los pocos profesores —de los muchos y excelentes que tuvo la universidad de Salamanca a lo largo del siglo XVI— de los que se puede decir que marcaron un hito en su devenir como escuela, que con él entonará su canto del cisne por motivos que se pusieron de manifiesto precisamente en su proceso inquisitorial». El lector encontrará en estas lecciones todas las razones que justifican la anterior afirmación: su concepción de la teología como una ciencia viva, atenta a los acontecimientos; la riqueza de sus fuentes; su piedad marcadamente hispana; o su finura, de estirpe agustiniana, para detectar los peligros que ciertas opiniones implicaban para la solidez del edificio del dogma.