De Catulo a Jean Genet, con parada y fonda en François Villon, el marqués de Sade o John Fante, la marginalidad ha convocado con agrado y contundencia a su musa. En las vidas de delicuentes, prostitutas, mendigos, asesinos, locos y desamparados de variado pelaje alienta una poesía de muchos quilates. Bajos fondos, extrarradios, mazmorras del vicio, noches bravas, claroscuros pasolinianos, sanatorios mentales: es la belleza del sumidero, de la que Javier Maqua extrae en Coches abandonados oro molido.
Adaptada al cine con el título Chevrolet por el propio autor en el año 1997, y con los actores Mariola Fuentes, Manuel de Blas y Javier Albalá encarnado a los caracteres mencionados, Coches abandonados apunta en sus diez medidos cuadros algunos de los temas menos amables de nuestro opulento statu quo, la cara oculta del paraíso liberal y socialdemócrata: desde el racismo a la gertontofobia, pasando por la indiferencia hacia el hombre caído y la inhabitabilidad de la gran urbe.
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