Felipe Godínez figura habitualmente en la nómina de dramaturgos de segunda fila del Siglo de Oro español y, sin embargo, fue un comediógrafo que en su tiempo gozó del favor del público asistente a las representaciones teatrales y de la consideración de destacados escritores. Las razones de esta postergación, más que a un cambio en el aprecio de sus valores literarios, son achacables a las dificultades para fijar su corpus dramático, que debió superar con amplitud en cantidad y calidad al hasta ahora conocido. En ello quizás tenga mucho que ver la singularidad de su persona y de su trayectoria vital: cristiano nuevo nacido en un hogar criptojudío, de familia inserta en las redes comerciales de opulentos mercaderes portugueses; alumno en colegios jesuitas y muy influido por las enseñanzas de los padres de la Compañía; hombre de alta capacidad intelectual y vastos saberes, con estudios universitarios de leyes, filosofía, artes y teología; distinguido ya en su juventud entre los medios literarios y teatrales, pero eclipsado de repente, silenciado y hostigado por el estigma de su casta; ordenado sacerdote católico y notable predicador; protegido por nobles y altos eclesiásticos y, hacia el ecuador de su existencia, procesado y penitenciado por el Santo Oficio, hecho que marca un antes y un después en el curso de sus días. En esta biografía, que se inicia con el trazado de sus orígenes familiares, se recorren las diferentes etapas de la primera parte de su vida, con sus claroscuros, desde su nacimiento en Moguer en 1582 hasta la condena por la Inquisición sevillana, leída en auto público de fe en la plaza de San Francisco hispalense el 30 de noviembre de 1624.