Los amores de Marte y Venus. Juan de la Cueva
Fragmento de la obra
Los amores de Marte y Venus
A Don Enrique de la Cueva
La red que con ingenio y sutil arte
a la madre de Amor y la belleza
prendió, y en nudo estrecho ligó a Marte,
en sujeción poniendo su fiereza,
el ruego de los dioses que desparte
del ígneo dios la saña y aspereza,
la red suelta, el insulto perdonado,
será de mi terrestre voz cantado.
Deste deseo que me enciende y mueve,
deste ardor que me lleva tras su efeto
forzado, a que mi débil fuerza pruebe
una empresa tan grave cual prometo,
inspirado del coro de las nueve,
y del retor a quien está sujeto,
la voz levanto, el plectro humilde templo,
dando del caso memorable ejemplo.
Recebid pues, señor, el don indino
que os ofresce mi musa temerosa
y admitildo con ánimo benino
cual es a mi deseo debida cosa.
Que siempre al grato ánimo es más dino
que el don la voluntad, y más preciosa;
que si vos lo acetáis espero el premio
que me asegura del mortal apremio.
Será posible a la rudeza mía
si le dais vuestro aliento soberano
que eceda al que cantó en dulce armonía
la vitoria greciana y fin troyano.
Que adonde aspiro y mi deseo me guía
llegue, que será más que vuelo humano,
que no demanda menos el sujeto
que con vuestro favor cantar prometo.
Venció el amor y hermosura inmensa
de la diosa en Idalio venerada
al invencible Marte, que en ofensa
de Vulcano, ocupaba su posada.
A su ardiente querer no hubo defensa,
ni su voluntad fue menospreciada;
antes aceta de la bella diosa,
que era madre de Amor, y ella amorosa.