Durante la revolución de septiembre, el vacío de poder dejado por la expulsión de Isabel II, se convirtió para el republicanismo en la posibilidad de sentar, sobre la deslegitimación de la monarquía borbónica, las bases de la primera república. En consecuencia, a lo largo del Sexenio Democrático, los prohombres de las culturas políticas republicanas se esforzaron, a través de numerosos mecanismos de promoción política, por transformar el antiborbonismo en republicanismo, tratando de extender al máximo las bases del propio consenso popular. Entre tales mecanismos, el papel que jugó el catecismo político de Fernando Garrido: La República Democrática Federal Universal fue crucial, al convertirse en el pilar dogmático necesario para cumplir con el enorme objetivo político que tales culturas políticas se habían puesto en aquel entonces: hacer de la República Federal bandera, símbolo y fe.